Versión breve del artículo
presentado por
Gavriel Salomon como conferenciante invitado en la reunión anual
de
la American
Educational Research Association publicado en
la Revista CL&E (Comunicación,
lenguaje y educación) acerca de:
LA AMPLIACIÓN DE LA INTELIGENCIA HUMANA CON LAS TECNOLOGÍAS
INTELIGENTES
En esta época en que se
construyen máquinas cada vez más inteligentes, nos preguntamos si las máquinas
pueden hacer más inteligentes a las personas.
La respuesta que proponemos
es afirmativa, y en varios sentidos.
Los efectos producidos con
la tecnología pueden re-definir y mejorar el rendimiento cuando los estudiantes
trabajan en colaboración con las tecnologías inteligentes, esto es, aquellas
que asumen una parte importante del proceso cognitivo que de otra manera
correría a cargo de la persona. Además, los efectos positivos de la tecnología
pueden producirse cuando la colaboración con la técnica deja un residuo cognitivo,
dotando a las personas de habilidades, y de estrategias del pensamiento que
reorganizan y aumentan su rendimiento, incluso cuando estén apartadas de la
tecnología en cuestión.
Esta respuesta afirmativa
lleva, sin embargo, una advertencia importante: no es probable que se obtengan
tales beneficios de forma automática con el avance de las tecnologías, más bien
han de ser cultivados mediante el diseño apropiado de las tecnologías y de sus
entornos culturales. Por ejemplo, aquellas tecnologías que ayudan a los
usuarios a reorganizar sus cogniciones literarias para crear modelos nuevos y
más eficaces pueden ayudar más que otras que no hacen más que proporcionar un
ambiente cómodo de trabajo (por ej., un procesador de textos).
Las tecnologías y los entornos
culturales que fomentan la atención consciente tienen más posibilidades de
producir un residuo cognitivo que aquellas que permiten al usuario caer en la
distracción. Por otra parte, cuando hay beneficios, vienen acompañados de
problemas que exigen soluciones –por ejemplo, los riesgos de una anulación de habilidades,
la necesidad de una reconstrucción del concepto de inteligencia.
Naturalmente no debemos
desanimarnos ante la necesidad de idear y proyectar para los beneficios, ni asustarnos
por los enigmas que han de ser resueltos. Resulta demasiado ingenuo hablar de
los efectos de la tecnología como un fenómeno natural e inevitable que ha de
ser estudiado, registrado y analizado. Dentro de los límites de lo posible y lo
práctico, los efectos de la tecnología, son los que elegimos para ella, y la responsabilidad
de la decisión viene con la posibilidad de esta elección.
Por lo tanto, para
aprovechar al máximo la oportunidad hace falta la colaboración, no sólo entre
las personas y las máquinas, sino entre personas expertas en distintos campos.
Al mismo tiempo que los investigadores en el campo de la inteligencia
artificial continúan desarrollando instrumentos cognitivos, los expertos en la
enseñanza, los investigadores de la pedagogía y el comportamiento humano, los
sociólogos sensibles a los modelos de interacción cultural, e incluso los filósofos
examinando cuestiones de significado y de ética, tendrán que dedicar sus opiniones
y sus conocimientos a dichas cuestiones.